¿Serías alguien en quien tú mismo invertirías?
Una mirada interna sobre las pequeñas decisiones que definen una vida con sentido.
¡Hola, Tribu! 📩
Espero que se encuentren muy bien.
Hoy quiero que imaginen este escenario:
Tienes 30 años. Estás sentado en una reunión con amigos a quienes conoces desde hace mucho tiempo. Con ellos has compartido no solo momentos alegres, sino también decisiones importantes, tropiezos, aprendizajes. Los conoces bien. Sabes a que se dedican, cómo piensan, cómo reaccionan, cómo actúan cuando nadie los ve.
De pronto, alguien propone una dinámica:
"Imagina que hoy te dan un boleto. Con ese boleto puedes escoger a uno de los que estamos aquí y quedarte con el 10% de todo lo que esa persona genere a lo largo de su vida. ¿A quién escogerías?"
Es una pregunta simple, pero incómoda. Te obliga a observar con atención. A mirar más allá de los logros visibles. A pensar no en lo que alguien aparenta, sino en cómo vive, en cómo actúa cuando nadie lo ve. Y al hacerlo, sin darte cuenta, también te pone frente a un espejo: ¿Qué cualidades tendría que ver alguien en ti para considerar que vale la pena apostar por tu futuro? ¿Qué estás haciendo hoy que te haría elegible como una inversión sólida?
La reflexión es de Warren Buffett. La compartió en una charla a estudiantes hace varios años, y desde entonces la he tenido muy presente. Porque, aunque parece sencilla, encierra una claridad que vale oro. No habla de fórmulas complejas ni de secretos de inversión. Habla de carácter. De lo que realmente termina marcando la diferencia a largo plazo.
Y lo más interesante es que, cuando piensas en esa persona en la que invertirías, es poco probable que termines eligiendo al más brillante del salón o al que más resalta en voz alta. Lo que realmente estás buscando —aunque no siempre lo digas así— es otra cosa: alguien que inspire confianza, que sea constante, que tenga buen juicio.
No estás pensando en:
Quien tiene el coeficiente intelectual más alto.
Quien tiene más carisma o mejor apariencia.
Quien ha sacado siempre las mejores notas.
Estás pensando en:
Quien cumple lo que promete.
Quien mejora en silencio.
Quien es confiable cuando nadie está mirando.
Quien no se queja ni busca atajos.
Quien trabaja con constancia y sin hacer ruido.
Esas son las personas a las que uno apostaría en el largo plazo. Las que uno quisiera “comprarles” el 10%. Y lo que hace tan poderosa esta reflexión —y por eso Buffett la compartía una y otra vez en sus charlas a estudiantes— es que, si lo miramos bien, cada una de esas cualidades está a nuestro alcance. No son dones mágicos. No son privilegios reservados para unos pocos. Son decisiones. Son hábitos. Y eso cambia el enfoque por completo.
No se trata de cuánto talento tengas, ni de cuántos títulos acumules, ni si quiera incluso de cuánto dinero estas haciendo hoy, sino de cómo eliges comportarte en lo cotidiano. Ser confiable. Cumplir tu palabra. Escuchar con atención. Llegar a tiempo. Hacer bien las cosas, aunque nadie esté mirando. Todas esas acciones pequeñas —pero consistentes— construyen algo más grande que cualquier logro puntual: construyen confianza.
Buffett lo decía con claridad:
“Las cadenas del hábito son demasiado ligeras para sentirse, hasta que son demasiado pesadas para romperse.”
Por eso lo que haces a diario importa tanto. Porque, sin darte cuenta, te estás convirtiendo en alguien en quien se puede confiar… o no. Cada elección —cómo respondes, cómo actúas, cómo perseveras— va dando forma a la persona que estás construyendo. Y esa es, al final, la apuesta más importante: la que haces contigo mismo, todos los días.
Lo que nos deja esta analogía de Buffett es mucho más que una reflexión ingeniosa. Es un recordatorio práctico: en la vida, tú también eres un activo. Y el valor que construyes no viene de un gran momento aislado, sino de los hábitos que repites en silencio, de la forma en que respondes a lo cotidiano. Día tras día, con tus elecciones, estás acumulando confianza o perdiéndola —en ti mismo y en los demás.
Tus hábitos son el capital que estás cultivando. Y si los eliges bien —si cultivas puntualidad, enfoque, responsabilidad, aprendizaje constante— entonces te estás convirtiendo en una persona en la que tiene sentido creer. En la que tú mismo, sin dudarlo, volverías a apostar.
Así que hoy te invito a hacerte estas preguntas:
¿Serías alguien en quien tú mismo comprarías el 10% de su futuro?
¿Estás viviendo de forma que inspiraría confianza, incluso si nadie te estuviera viendo?
¿Te sentirías tranquilo si alguien apostara por ti a largo plazo, conociendo tus hábitos actuales?
Si al responderlas sientes cierta incomodidad, está bien. Esa es la señal. Porque no se trata de tener todas las respuestas, sino de ser consciente de la dirección en la que estás caminando.
Al final, esa es la apuesta que más importa: la que haces contigo mismo, todos los días, en lo que nadie ve.
Nos leemos pronto,
José Miguel Farías
Hola José Miguel, me gustaba más tu estilo y estructura de escritura y presentación de los newsletter de antes, en "Compás de Ideas". Si lo que deseas es presentar ideas resumidas está bien. Hay que adaptarse al cambio. Un abrazo desde Maracaibo.
A mí me encanta. Gracias por cada escrito José Miguel 👍🏻👍🏻👍🏻